top of page
  • cpolmos2001

La desmotivación (Quemarse o Burn-Out y Abandonar o Drop-Out) / Neurociencias y Deporte (parte 3/3)



En el campo de la desmotivación (¿opuesta o complementaria a la motivación?) se manifiestan dos situaciones o, mejor dicho, en algunos casos, dos síndromes: el "quemarse" o “burn-out” y el "abandonar" o "drop-out".


Con el primer término se entiende, literalmente, que un individuo se encuentra "quemado", "agotado". De hecho, en la psicología clínica, esta definición se utiliza para describir un estado de agotamiento físico y emocional derivado de condiciones de trabajo no gratificantes. De difícil colocación nosográfica, podría encontrar un lugar, además de en el área de la motivación, en la del estrés y de la psicopatología. Con el segundo término, que literalmente "gotear" se indica el fenómeno del abandono precoz.


El burn out, observado inicialmente en las denominadas profesiones de ayuda o helping professions (como el médico, el psicoterapeuta, la enfermera, el asistente social y el profesor), fue identificado (Freudenberger, 1974) en un grupo de voluntarios que, encontrándose primero entusiasmados con su trabajo de ayuda, manifestaron posteriormente un cuadro contraindicado de tendencia a la fatiga, a la apatía, a la abulia y a la depresión. A continuación se estudió cada vez con más detalle.


El síndrome se presenta como una retirada psicológica del trabajo en respuesta al estrés o a la insatisfacción (Cherniss, 1980), con descenso del nivel de motivación, de interés, de placer y de sentido de la responsabilidad en la realización de ese trabajo. En resumen, nos encontraríamos (Maslach y Jackson, 1981) ante un agotamiento emocional (con la sensación de pérdida total de la energía física y mental y la impresión de ya no tener nada que ofrecer a escala psicológica), una despersonalización (con actitudes de oposición que llegan a la negatividad e incluso a la hostilidad con las personas del propio entorno de trabajo) y una escasa realización profesional (con pérdida de la autoestima y de las ganas de conseguir algo y, por tanto, sensación de incapacidad profesional).


En definitiva, el burn-out no sería más que la expresión de una situación de estrés laboral, es decir, el resultado de situaciones estresantes, como la ambigüedad de nuestra función, el escaso poder consultivo y de toma de decisiones, el reconocimiento inadecuado de las capacidades o, en cualquier caso de los potenciales, la falta de cohesión en el grupo, etc.


En este caso, el concepto de "burn-out" podría aplicarse a todas aquellas situaciones laborales en las que el trabajador se encuentra en contacto de forma frecuente e intensa con el cliente, con fuertes cargas afectivas y acompañadas de estados de ansiedad, tensión o frustración.


Sin embargo, no todos los autores están de acuerdo con la posibilidad de trasladar este modelo al ámbito deportivo o, al menos, hay quien (Caccese y Mayberg, 1984; Sirigatti, 1990) propone su aplicación únicamente a los técnicos, entrenadores y preparadores físicos, cuya función se asemeja a la de los docentes (Vanden Eynde, 1982) y quien (Aguglia y Sapienza, 1989: Smith, 1986) afirma, en cambio, que también es importante su aplicación en el caso de los deportistas. En este caso, el burn-out correspondería a la pérdida progresiva de idealismo, energía y finalidades como resultado del estrés laboral causado, en el ámbito deportivo (Cherniss, 1980), por las presiones socioeconómicas, al tener que responder a las expectativas de los directivos, los patrocinadores y los aficionados, teniendo que progresar siempre sobre el plano de los resultados (Sapienza, Aguglia y Santagati, 1990).


En el origen del burn-out en el deporte, además del estrés, con todas las consecuencias sobre el plano de las respuestas psiconeurofisiológicas y hormonales (Selye, 1974), entra también la teoría del cambio social (Thibaut y Kelly, 1959). Según esta teoría, el ser humano se vería obligado a realizar un balance de los premios y los costes: mientras que los primeros superen a los segundos, el deportista continuará encontrando motivaciones y fuerzas; pero en el momento en que el precio que tenga que pagar supere los beneficios, que no siempre están asegurados, se sufriría un retiro psicológico hasta llegar a un abandono efectivo.


Sin embargo, lo que debe permanecer constante, para que no se le presente el fantasma del burn-out al deportista (al igual que al técnico y a los demás profesionales que contribuyen a que el deportista alcance su rendimiento), es la necesidad de satisfacción y de gratificación o, mejor aún, de reconocimiento, es decir, el poder seguir sintiéndose útil, importante, aceptado e integrado en el grupo.

Por el contrario, el miedo al fracaso, una relación insatisfactoria con el entrenador y con los compañeros de equipo, la presión psicológica canalizada incorrectamente, el aburrimiento y la frustración, son todas ellas situaciones que los responsables de conducir el grupo deberían tener siempre bien presentes.


El caso del drop-out es distinto, pero no menos alarmante, si es cierto que alrededor de un 30% de los adolescentes que practican actividades deportivas, entre hombres y mujeres sufre este fenómeno.

Los motivos por los que un joven deportista, en buena evolución física y técnica y después de un período de actividad (competiciones, pero también entrenamientos) ya bastante largo, decide interrumpir su trabajo parecen ser variados.



Muchos autores (Agosti, Baldo, Benzi y cols., 1986) parecen estar de acuerdo en algunas causas que lleven el abandono precoz. Puede distinguirse entre las ligadas al "crecimiento" del individuo como persona y las que dependen estrictamente de la actividad deportiva.


Entre las primeras, resultan dignas de consideración las siguientes:


  1. La crisis de la adolescencia: el individuo ya no se reconoce a sí mismo en su nuevo cuerpo, que se está transformando y está modificando las "coordenadas" físicas y de relación y, por tanto, las prestaciones y la consideración de los demás.

  2. Las dificultades escolares: no todos los adolescentes logran controlar a la par el doble esfuerzo escuela/deporte conservando el mismo rendimiento.

  3. La necesidad de experiencias: distintas y nuevas, base necesaria para el conocimiento del mundo y la construcción del Yo.


Entre las segundas, un papel importante lo desempeñan seguramente:


  1. La monotonía del entrenamiento: a menudo poco productivo, puesto que va más allá del límite de aparición del aburrimiento, sin presentar objetivos alternativos y diversos.

  2. La ansiedad: en la forma preagonística especialmente, puesto que tampoco en los jóvenes es siempre óptima la capacidad para controlar las emociones.

  3. La integración en el grupo: no siempre resulta fácil, puesto que el deporte, por su naturaleza y salvo en algunos casos, favorece más la expresión de la individualidad que la de la cohesión, y ésta última es fundamental en esta etapa de la vida.

  4. La relación con el entrenador: el individuo, aún "proyectando" a menudo lo valores parentales ideales en su relación con el entrenador, no siempre se siente comprendido o incluso los percibe como un impedimento para su crecimiento y autonomía.


Créditos:


Neurodeporte

Lic. Juan Francisco Jácome


Nota Original: AQUÍ


140 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page